jueves, 30 de diciembre de 2010

Los niños pimiento

El Defensor del Pueblo ha visitado 27 de los 58 centros de menores existentes en España. Y con lo encontrado ha escrito un informe de 469 folios que podría haber titulado "Las nuevas aventuras de Oliver Twist". Estamos ante una tradición española, que no es episódica ni circunstancial.

 Contamos con una rica tradición en cuanto se refiere a malos tratos en establecimientos de acogida y teórica crianza de niños y adolescentes. Antes se llamaban inclusas y ahora, bajo el común denominador de "infraestructura asistencial", reciben nombres más amables, como "Casa Joven", "Nuestra Señora de la Paz", "La Jarosa", y "L'Olmet" en Elche, pero hay sospechas fundadas de que en el fondo siguen siendo "potros de infanticidio" o "morideros de niños" que decían nuestros clásicos: eso sí, todos ellos bautizados, porque es "más sensible la pérdida de sus almas por falta de bautismo que la de sus vidas por la del sustento", como apuntaba un caritativo religioso hace más de doscientos años.
Según Charles Dickens, que describió como nadie la vida en el hospicio parroquial de la circunspecta sociedad victoriana, los patronatos o juntas que regían aquellos establecimientos, "donde todo el año se desayuna, se come, se toma el té y se cena", establecieron muchas y sabias normas humanitarias. Los fines de algunas de las fundaciones privadas ahora denunciadas por el Defensor del Pueblo, no se apartan en su intención de aquellas munificentes juntas. Leo en la publicidad de una, Fundación O'Belén, que figura entre las peor calificadas (con centros "descuidados y prácticamente abandonados"), que su objeto es ayudar a los menores en situación de desamparo para educarlos como personas libres, mediante equipos humanos "cargados de vocación, profesionalidad y pasión".
Pasión, vocación y profesionalidad tenía también el caballero obeso, de cara redonda y colorada, y de chaleco blanco que recibió al huérfano Oliver Twist y le anunció: "has venido aquí para educarte y para aprender un oficio útil, de manera que mañana, a las seis, empezarás a cardar estopa". Oliver y sus compañeros eran alimentados con nutritivas gachas servidas en cuencos que los niños "pulían con sus cucharas hasta sacarles brillo" por su inclinación al pecado mortal de la gula. Cuando un día el niño Oliver, con rebeldía y temeridad, se acercó al director para decirle "por favor, señor, quiero un poco más", recibió un golpe de cucharón por atreverse a pedir más gachas después de comerse la ración asignada por el reglamento, y fue conducido de inmediato a una oscura habitación para que, convenientemente incomunicado, reflexionara sobre el irreverente ultraje cometido.
Según el Defensor del Pueblo en muchos de los establecimientos visitados, a niños y adolescentes (la mayoría entre 11 y 18 años) se les castiga desnudándolos y poniéndoles en cuclillas, o encerrándolos durante días en cubículos sin ventanas, forrados de goma negra y de escasa iluminación, que reciben el eufemístico nombre de "salas de contención" o, todavía peor, "salas de reflexión". La de la Casa Joven de Guadalajara, de la Fundación O'Belén, aparece calificada como "siniestra".
El presidente de la Fundación O'Belén se llama Emilio Pinto, y desconozco si viste chaleco blanco como el orondo director de la junta benéfica que encasquetó el cucharón sobre la cabeza de Oliver Twist.Tiene publicado en Gedisa un libro de título desconcertante y a la manera de un Arguiñano pedagógico: "La educación de los hijos como los pimientos de Padrón". En su introducción el pedagogo Pinto explica que tras largos estudios de psicología, genética y ambiente social (sic), ha llegado a la conclusión de que los hijos son como los pimientos de Padrón: unos pican y otros no. Hasta el caballero del chaleco blanco de Dickens hubiera sido capaz de llegar algo más lejos, y a buen seguro Oliver Twist se habría hincado de rodillas y suplicado que le mandaran de nuevo al cuarto oscuro, que le mataran de hambre y le azotasen si gustaban antes que obligarle a leer el libro de Pinto sobre los niños-pimiento.

Escrito por Enrique Giménez, catedrático de Historia Moderna de la UA.

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